No aloha
Y es que el autor, encuentrase buscando una decorosa cantidad de agonía personal que le transporte hacia una fábula espacial y a bordo de una tabla de surf, se desliza estrepitosamente por feroces aguas de ambiente realmente extraño, rumbo a la isla del Mictlan.
Allí le esperan sus duendes voladores favoritos, acompañando a la bella dama vestida de lujuria, candente como siempre, tocando pegajosas melodías con el oculele, saboreando una espumosa bebida a base de frutas endémicas.
Sabes con un leve toque de certeza que ya estaba esperando por tí; las estrellas, siempre son ellas, siempre encima de todo, siempre iluminando el camino del perdido, siempre anuncian lo que vendrá.
Sin gran esfuerzo, a lo lejos, vas descubriendo lo oculto en su hermoso cuerpo, apenas si está cubierta por una prenda deshilachada, un par de pequeños cocos cortados por la mitad, cubren solamente los hipnotizantes pezones de su suculento pecho. Conforme más se acerca, más sabrosa se muestra.
De donde viene el autor, por todos es temida, apenas si se animan a nombrarla. Sienten arto miedo nomás con mostrarse ante su imponente belleza.
Al momento de presentarse, súbitamente enmudeces, las palabras que con tanta emoción y excitación deseas expulsar de tu lenguada boca, se aferran a permanecer sujetas a tus fibras, es demasiado.
Para ella es lógico, te has atrevido, eres un bienaventurado, te lo dice con la voz más dulce que jamás has escuchado. Tampoco siente compasión, nunca lo hará, nunca lo has pedido y ella nunca se la dará a nadie. Llegaste al umbral de la isla prometida, no es la isla bonita, es la isla del encanto.