Las tripas encabronadas (Ya ni llorar es bueno)
El intenso retortijón le duró algunos días más.Las tripas se manifestaban más encabronadas que nunca; esa sensación de rabia e impotencia proveniente de lo más ácido de sus vísceras, se apoderó rápidamente de él.
No lo podía evitar.
El autor no daba crédito de lo que estaba siendo testigo. Y es que ver a aquella hermosa mujer, cómplice de varias experiencias propias de la temprana edad, como con ese paso lento y cadencioso se esforzaba para llegar a la sala donde se le esperaba, le provocaba una enorme sensación de malestar interno, no daba justificación por aquel sentimiento al verla en esa decadente situación.
Con mucho pesar y cansancio en su hermoso rostro, tan bella, tan linda ella, iba sosteniendo en sus suaves y delicadas manos una bolsa conectada a otra acanalada sonda.
Evidentemente conmocionado, el autor clavado y fijo a ese par de enormes y brillantes luceros que tiene por ojos, sentía como el fuego en las miradas ardía por todo el tiempo que había quedado atrás y mientras la sorpresa se iba ausentando, las palabras ya estaban por llegar, pero no podían salir con naturalidad ni fluidez, la saliva se volvía amarga y espesa, muy difícil de tragar, la boca no respondía al estimulo para el esperado acto de cortesía.
En ese momento no faltaba tener telescopio para ver, como las pirotécnicas sensaciones se disparaban a velocidades astronómicas, justo hasta que la lengua áspera de tanta ácida aberración, finalmente cortó la tensión de la impactante primera reacción.
A pesar de todo, al autor le dio mucho gusto haber estado contigo, cuídate. Feliz Navidad...
El LlorarNo lo podía evitar.
El autor no daba crédito de lo que estaba siendo testigo. Y es que ver a aquella hermosa mujer, cómplice de varias experiencias propias de la temprana edad, como con ese paso lento y cadencioso se esforzaba para llegar a la sala donde se le esperaba, le provocaba una enorme sensación de malestar interno, no daba justificación por aquel sentimiento al verla en esa decadente situación.
Con mucho pesar y cansancio en su hermoso rostro, tan bella, tan linda ella, iba sosteniendo en sus suaves y delicadas manos una bolsa conectada a otra acanalada sonda.
Evidentemente conmocionado, el autor clavado y fijo a ese par de enormes y brillantes luceros que tiene por ojos, sentía como el fuego en las miradas ardía por todo el tiempo que había quedado atrás y mientras la sorpresa se iba ausentando, las palabras ya estaban por llegar, pero no podían salir con naturalidad ni fluidez, la saliva se volvía amarga y espesa, muy difícil de tragar, la boca no respondía al estimulo para el esperado acto de cortesía.
En ese momento no faltaba tener telescopio para ver, como las pirotécnicas sensaciones se disparaban a velocidades astronómicas, justo hasta que la lengua áspera de tanta ácida aberración, finalmente cortó la tensión de la impactante primera reacción.
A pesar de todo, al autor le dio mucho gusto haber estado contigo, cuídate. Feliz Navidad...
(Son Huasteco)
El llorar de una mujer el corazón me ha partido,
pero debo comprender que si por ella he sufrido,
que si por ella he sufrido, lo siento en mi padecer.
Me dicen que no le llore, ella se fue porque quiso,
le lloro porque es preciso, me acuerdo de sus amores,
me acuerdo de sus amores, y las caricias que me hizo.
Adiós si me voy llorando, la pena y desdicha mía,
pero me voy acordando que te he de ver algún día,
que te he de ver algún día de mis caricias gozando.
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