viernes, enero 27, 2006

Son playas


Así que no hay porque quejarse.
El sol sale cada día para todos y cada uno de nosotros, no existe nadie que se le escape o que se le pueda esconder, aunque no quieras, aunque te resistas, tarde o temprano serás sorprendido por su radiante insistencia.
La brisa nos empapa con su diaria frescura matutina, recordándonos lo escalofriante que pueden ser las eternas noche de salvaje rocío, sin tener un aparente fin aproximándose.
Esa arena que lija y se cuela por todos lados, de igual manera, aunque no te guste, aunque sufras ante su persistencia, te muestra lo pequeño que eres frente a un grano de piedra.
Con las hermosas palmeras enseñándonos como es que debemos comportarnos ante la adversidad, con esas situaciones que en ocasiones, como les pasa a ella, suelen desbalancearse un poco, mostrando fuerza y temple, esquivando las homéricas pruebas del caprichoso y voluble viento, que a diario, sin receso, ni vacaciones, después de las 6 PM, sábados y domingos y hasta días festivos (incluyendo el día 12 de Diciembre) les aplica sabiamente para hacer simple constante ejercicio de práctica y disciplina.
Quienes con derrochada generosidad nos brindan, como si supieran recompensarnos después de tantas arduas jornadas por el diario andar, la más dulce y exquisita ofrenda que el Mar nos pueda obsequiar, Coconas: bebida y fruto como producto de su indiscriminada, desprendida voluntad.
Manjares suculentos dignos de cualquier pobre diablo que se digne de ser lo suficientemente hábil para conseguir esas delicias que solamente pueden ser extraídos desde lo más íntimo de sus entrañas; frutas marinas que despiertan, mágicamente, deseos sublimes por continuar saciando esa lujuriosa sed por mantenerse extasiado de tanto sabor salado (sabor a bacalao, mmmh JE, JE)
Así es la vida y la vida en el mar es más sabrosa.