sábado, junio 18, 2005

Espontánea recompensa

Antes de empezar con la viajada sesión; al caótico autor le gustaría agradecer a esas finísimas personas que han dispuesto de su valiosísimo tiempo para dedicarle unas solemnes palabras en este mugroso, huapachoso y escabroso blogg neta, gracias. Y es que debido a múltiples actividades que al autor se le han presentado, acumulado y atrofiado, no había podido mantenerse constante en sus demoníacas entregas para pláceme de sus fieles lectores y lectoras (JE, JE); ya se han de imaginar, final de semestre: investigaciones, exposiciones, ensayos, guiones, story boards, exámenes escritos y orales (sin albur, aunque ya quisiéramos con tremendas maestras de francés), blah, blah, que hasta estás fechas, es tiempo que no ha terminado, ni con las clases, ni con los trabajos y para colmo, mientras la labor de remodelamiento de bunker personal tampoco ha culminado, sus familiares de fuera ya han avisado con visitarle próximamente en unos días más para pasar las vacaciones de verano que al agarroso autor parecen negársele maliciosamente. Ni pedo, dijo Quevedo.
Como si ya supieras, como si estuvieras al pendiente de él, como si le cuidaras, como que le conoces, como que te preocupa, como si fueras su humana frágil y hermosa protección, como que si tu encomienda fuese alentarle, motivarle en estos momentos de apremio, como si hubieras escuchado de sus plegarias, como si le leyeras la mente, como si le olieras a distancia, como si se encontraran en sus lujuriosos y profundos sueños, como si tu alma y la suya fueran una para la otra, como si el poder de la casualidad y la sorpresa guardárenles una más de sus lúdicas representaciones de fe, volviste a manifestársele frente a sus ojos, frente a su ser, tocándole sublime, celestial y orgásmicamente las fibras más sensibles de su honda percepción cardiológica.
Eres grande, siempre te lo ha dicho y te lo seguirá diciendo.
Por cierto, manda decir el extasiado autor de éstas líneas salpicadas de estratoznaútica inspiración dedicadas a tu tersa y exquisita persona, que le ha encantado verte de espalda desnuda con tu largo azabache lacio pelo.